martes, 15 de marzo de 2011

ELLA ES OTRA...

El ventilador quedó con el sonido ronco desplazándose de un lado a otro por toda la habitación, en esa oscuridad impermeable a la luz del sol. Ella yacía sin que nadie hubiera notado algo extraño, pero su respiración la había abandonado un par de días, el oxigeno que antes era una muestra perceptible de haber estado viva ahora no existía para ella. Su cuerpo estaba inclinado, abrazándose asimisma, era el repertorio de su conciencia para darse fuerza, sin saber porqué o de qué aún no sabían de sus faltas, de sus andanzas en tierras lejanas. Los objetos estaban desparramados por las cuatro paredes sin ventana, los cuales se convertían en indicios vitales de que alguien estaba aún.

El reloj seguía marcando el pasar del tiempo, algunos libros estaban abiertos, posados en lo que se podría llamar su cama, pues sólo era un colchón con unas sabanas que guardaban el olor del agua del mar y el suyo propio. Las arrugas de las sabanas revelaban sus movimientos, su andar con su cuerpo, tal vez su inquietud o quietud. Un plato, una botella de plástico vacía, su teléfono móvil, cremas casi todas sin utilizar, una figura de tres personajes traídos de África, su agenda con sus compromisos sin cumplir y más libros, ese era su bodegón, su naturaleza muerta.

Más arriba se encontraba un póster con la fotografía de una mujer con sus senos al descubierto y en su dorso un paisaje entre el desierto y la espesura imitando un río y el frondoso verde, metáfora de hule. Cuando entraron, parecía que esta mujer fotografiada le acompañaba. Sin embargo, simplemente dirigía su mirada hacia la pared, podría decirse que indiferente, no obstante, era un simple póster que Ella había colgado un año atrás en esa pared blanca. Más tarde, con el ajetreo de la noticia, todo resonaba, susurros, voces, murmullos, y una que otra risa se escapaba… y entre todo esto, entre todo este revuelto humano, nos preguntábamos y ¿Ahora qué?

Oscar tomó el teléfono ¿A quién llamamos primero?

Él, era práctico pero ni siquiera se preguntaba qué le había pasado… el presente era que estaba muerta, que se avecinarían pronto los animalejos, las moscas abundarían y que la putrefacción ya había empezado a dar rienda suelta por toda la casa. Para él, existía el presente, el nítido presente que en unos instantes no existiría pero que era necesario solucionar, de lo contrario empezaría hacer de las suyas, y ya el presente sería irremediablemente e irresistiblemente invivible… se trataba de ganarle al olor, de ganarle a la desesperación y por supuesto a las preguntas.

Mientras marcaba los números porque nadie se atrevió a dar respuesta, sus primeros pensamientos aparecieron los polis. Oscar se aventuraba, mejor ni se aventuraba, llamó a la policía, la policía, la guardia urbana. Parecía lo más lógico, lo más rápido y lo menos confuso. Fue fácil pensar en quién, nuestra generación se había acostumbrado que ante cualquier problema, estos personajes serían los responsables de solucionar… era sencillo, pensar en los policías, era sencillo decir los policías, generaciones como las nuestras ya no pensábamos, vomitábamos como autómatas lo que se nos había enseñado. Generaciones y generaciones vestidas de policías, era el disfraz más barato, el más sencillo y el más extendido… era rápido decirlo, era rápido pensarlo, era rápido vomitarlo… y sobretodo volverlo a digerir.

Recibir respuesta le pareció eterno… unos instantes perdidos, una voz gruesa y desconocida, le dijo:

-Guardia urbana, ¿en qué podemos ayudarle?

-Buenas tardes… Hay una persona muerta. No sabemos qué pasó. Simplemente, la hayamos muerta.

-¿Dónde se encuentra?¿Sus datos? Pregunto el desconocido policía.

-En la calle Santa Pimienta. No.38. Se apresuró a decir Oscar.
No hagan nada. No la muevan. Déjenla como la encontraron. Nuevamente dijo el desconocido.

La llamada se cortó abruptamente. ¿Dejarla? ya la habíamos dejado. Bastaron sólo dos días para que la muerte habitara la casa, se posara e hiciera de las suyas. Era extraño tener un cadáver en la casa, era extraño saber que no podíamos hacer nada, era extraña la espera y el silencio. El silencio que produce la espera.
¿Cuántos cadáveres ha aguardado esta casa? Por ahora, en mi memoria sólo existe este. No hay otro…no hay otra.

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